Parecía que no iba a llegar ese momento en el que nos tendríamos que decir adiós, pero aquí está...
Siempre digo que mi profesión es dura, que tiene muchas responsabilidades y a veces momentos amargos, pero sin duda quedan compensados con la cantidad de situaciones donde uno se siente afortunado, motivado y lleno de alegrías.
Hoy ha sido uno de esos días para recordar en mi carrera como maestro. Cuando me despedía de cada uno de vosotros, con mi abrazo y con mi "te quiero mucho", iban otras muchas palabras que no os he dicho pero que he sentido, palabras que escapan a lo profesional o a lo que tiene que ver con el magisterio o con la enseñanza y que tienen mucha más relación con el afecto y el cariño.
La mitad de vuestra vida la hemos vivido juntos y nuestra familia, esa que hemos construido 5 horas al día durante 3 años, es lo que nos quedará para siempre. Nadie puede entenderlo, porque nadie ha estado aquí, pero nosotros sí...¿verdad chicos? y sé que se os olvidarán determinados momentos, o conocimientos, o situaciones, pero la labor del maestro de infantil va más allá porque lo que quiere cimentar en cada uno de sus alumnos es una actitud y un sentimiento. Lo que he querido que cada uno penséis, en lo más profundo de vuestro interior, es: soy importante, soy querido, soy único, soy indispensable y por todo esto puedo ser feliz con las decisiones y opciones que tome en mi vida.
Ojalá que así sea.
Y ahora aquí, desde donde estoy escribiendo estas palabras, en silencio y sólo con el sonido de las teclas del ordenador os deseo, con todo mi corazón, lo bueno que estoy seguro que la vida os tiene reservado.
Recordad siempre que yo os conocí y que supe que cada uno es un tesoro que jamás se repetirá.
Un abrazo, buen viaje y hasta siempre.
Chema.